sábado, 26 de noviembre de 2016



conoce a Terpandro  







(Antisa, Lesbos, primera mitad del siglo VII a.J.C.) Poeta y músico griego considerado como el fundador de la música y de la poesía entre los dorios. Ganó el premio en la primera festividad de Apolo Cárneo (676 a.J.C.) y fundó en Esparta la escuela citarédica. Se supone que aumentó de cuatro a siete el número de las cuerdas de la cítara y dio forma definitiva al nomo citarédico en siete partes. De sus nomos, proemios y escolios apenas quedan fragmentos. La leyenda asegura que pacificó Esparta por medio de la música por mandato del oráculo de Delfos.
Tradicionalmente se atribuyen a Terpandro dos innovaciones musicales: los nomos para cítara y el heptacordo. La primera novedad, que comprende cantos para solo y sin estrofas, constituye, más que una invención, un perfeccionamiento; respecto a la segunda, la lira de siete cuerdas era ya conocida de los cretenses, como lo han demostrado los descubrimientos arqueológicos. De los himnos religiosos de Terpandro en honor de Zeus y otras divinidades, que eran cantados con acompañamiento de cítara, sólo conservamos breves fragmentos.



                       conoce a Safo y uno de sus poemas


(Lesbos, actual Grecia, s. VII a.C.-id., s. VI a.C.) Poetisa griega. Pocos datos ciertos se tienen acerca de Safo, de quien tan sólo se conservaron 650 versos, extraídos de citas tardías y del moderno estudio de papiros. Vivió toda su vida en Lesbos, con la exepción de un corto exilio en Sicilia motivado por las luchas aristocráticas.






Supuestamente perteneciente a la aristocracia, llevó la vida propia de las mujeres de la clase alta, alejadas necesariamente del ambiente de luchas e intrigas políticas; según una tradición que parte de Anacreonte, era homosexual. Se la ha presentado siempre como profesora de una escuela de poesía fundada por ella, lo que es difícil de certificar, aunque sí es cierto que convivía con sus compañeras en un clima distendido y propicio a la contemplación y recreación en el arte y la belleza.
De su obra, que al parecer constaba de nueve libros de extensión variada, se han conservado algunos Epitalamios, cantos nupciales para los cuales creó un ritmo propio y un metro nuevo, que pasó a denominarse sáfico, y fragmentos de poemas dirigidos a algunas de las mujeres que convivían con ella.
En ellos se entrevé la expresión de una subjetividad que se recrea en sutiles oscilaciones de ánimo, en un intento de dar forma a la pasión. Presenta la pasión amorosa como una fuerza irracional, situada entre el bien y el mal, que se apodera del ser humano y se manifiesta en diversas formas, como los celos, el deseo o una intangible nostalgia, e incluso produce reacciones físicas, como las que describe detalladamente en uno de sus poemas, el más completo que se ha conservado de ella.





poema de safo. 

Ven sobre mí


Si, muertos los jardines, te asomaras
Por los agrietamientos en el muro,
Recobraría su color más puro
Cada devastación que contemplaras.

Y si al pie de los álamos hallaras
Mirlos y alondras que desmán oscuro
Cortó las alas, por gentil conjuro
De tu tacto y tu voz la renovaras.

Mira que soy mujer atribulada,
Vida marchita y alma desalada,
Aspirando al prodigio de tu abrazo.

Ven sobre mí, mujer blando oleaje
Suave alborada, brisa en el ramaje,
Y adormézcame el sol en tu regazo.


















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